Monday, October 08, 2012

La calle es un gran teatro La pieza “El paseo” apuesta por un recorrido por las calles de Boedo bajo la mirada del escritor suizo Robert Walser. LENI GONZALEZ para Ñ E l hombre de traje, sombrero y paraguas, extiende su mano, mira a los ojos y saluda, con decidida cortesía, a cada uno de la decena de acompañantes que lo seguirán en la caminata de una hora por el barrio de Boedo. Nadie puede resistirse al convite de recorrer la calle como si fuera la primera vez, con la guía anacrónica de un confeso “romántico-extravagante”, capaz de descubrir belleza y bondad en los cajones de la rutina. “Todo esto, me propuse en silencio mientras me detenía, lo escribiré después en una obra de teatro o en una especie de fantasía que titularé El paseo”, metaescribe el suizo Robert Walser en El paseo , la nouvelle publicada en 1917, donde narra uno de sus tantos acostumbrados viajes de a pie, a la hora en que los demás trabajan y al ritmo pausado por el encuentro con las cosas. Este texto es el que el catalán Marc Caellas adapta en El paseo de Robert Walser, “la propuesta escénica cambiante” o “suerte de city-tour unplugged y decimonónico” que el director radicado en Buenos Aires presenta en el marco del IV Festival Internacional de Literatura (FILBA), protagonizado por Esteban Feune de Colombi y Natalia Helo. “Como busco no repetirme, después del montaje sobre David Foster Wallace (Entrevistas breves con escritores repulsivos ) sentí la necesidad de trabajar con un autor con una filosofía de vida más austera y minimalista, con textos más poéticos aunque igualmente críticos e iconoclastas. Buscaba también presentar una obra en la calle que no fuera lo que tradicionalmente se espera del teatro de calle: malabaristas, espectacularidad, etc. El texto de Robert Walser es ideal porque reflexiona sobre el paseo mientras se pasea. Es metaliterario sin dejar de ser narrativo. El reto era llevar un teatro de texto a la calle y ver qué sucede, cómo vive el espectador esa experiencia, en la que Walser dialoga con los espectadores y con los vecinos de Boedo”, dice Caellas sobre su escritor elegido. Admirado por Franz Kafka, Walter Benjamin y Herman Hesse, autor de novelas (Los hermanos Tanner, Jakob von Gunten ) y muchos in- clasificables relatos que editó en español el sello Siruela (Historias, La rosa , los microgramasEscrito a lápiz ), Walser dejó de escribir en 1932, recluido voluntariamente en un centro psiquiátrico en Herisau, al este de Suiza, adonde murió a los 78 años en la Navidad de 1956. Unos chicos lo encontraron, con sobretodo, tirado en la nieve, las huellas de sus pasos aún intactas. Había salido, como de costumbre, a caminar. Desde la puerta de la Fundación Tomás Eloy Martínez, el grupo de espectadores trashumantes sigue al personaje Walser, el actor Feune de Colombi, en su paseo de unas pocas cuadras por lo cotidiano transformado en único a través de su mirada. No se trata de ingenuidad sino de otro punto de vista, el de la no obviedad, el del acercamiento, cualquiera sea el otro, con el respetuoso deseo de conocer su secreto. El hombre de traje gris se detiene y toma nota, ingresa en un banco, se para frente a una panadería y un local de arreglo de zapatos, pregunta en una librería cuál es la obra más leída, aborda en un bar a una bella mujer que supone actriz y elogia la voz de una joven que canta en un balcón, mientras promete el final con una “modesta comida” en casa de la señora Aebi, una anfitriona cálida que invita a compartir su mesa bajo la consigna de “renunciar con placer a toda conversación inteligente”. Para Caellas no fue fácil realizar la selección de fragmentos del texto: “Nos quedamos con aquellas partes que permitían crear marcos donde es posible que algo inesperado suceda. Más que situaciones, crear dispositivos escénicos que generen una experiencia teatral potente. Buscamos la complicidad de algunos vecinos, otros participan sin ser conscientes de hacerlo. Queremos provocar cierta confusión, cierto terrorismo poético de baja intensidad, entendiendo que la calle es un gran teatro”. Por ese gran teatro, la gente pasa y observa, algunos se detienen, otros siguen, pero todos son “metaespectadores” de la escena móvil del actor y su grupo de acompañantes. “Es el propio concepto de público que se trastoca sin parar”, dice Feune de Colombi, poeta, actor y fotógrafo suizo-argentino, observador y observado en su rol de interventor azaroso del barrio. “Es que resulta mágico ­agrega­ caminar a paso muy lento mirando `con ojos de Walser’ todo lo que se nos cruza.” Esa magia es una refundación poética hecha de compasión, identificación y entusiasmo. Hay que caminar, junto con Walser, para comprenderlo.

Friday, November 11, 2011

Las bestias de dos lomos


Por Mercedes Halfon para RADAR

Cinco hombres suben a escena, libro en mano, para largar repulsivas confesiones sobre la triste condición masculina y heterosexual de hoy en día... Adaptando y pervirtiendo el ya poderoso libro de relatos Entrevistas breves con hombres repulsivos, del norteamericano David Foster Wallace, el director catalán Marc Caellas eligió escritores en vez de actores para darles voz y cuerpo a estos hombres revulsivos pero honestos, cínicos pero frágiles, sádicos pero temerosos, que aspiran a compartir con alguien la soledad esencial en la que viven.

Hay ciertos encuentros personales más reglados que otros. Una entrevista es un claro caso de encuentro repleto de protocolos. Más aun una entrevista periodística. De un lado se debe anotar o grabar, estar atento, repreguntar; del otro, contar lo que sea que se cuente, intentando ser interesante. En el medio, un café, un agua mineral, tal vez una bebida alcohólica. Usando y a la vez pervirtiendo esa estructura tan rígida se desarrolla Entrevistas breves con hombres repulsivos, el corrosivo libro de relatos de David Foster Wallace que el director catalán Marc Caellas lleva a escena en la Fundación Tomás Eloy Martínez. Y si decimos “pervirtiendo” es porque precisamente en esas salvedades es donde estas entrevistas encuentran su atractivo, su distinción escénica. El libro de Wallace es uno de sus complejos aparatos literarios que enhebra relatos casi clásicos con monólogos confesionales de hombres cuya incomodidad con el mundo los vuelve horribles. El catalán Marc Caellas desprende estos monólogos intercalados en el libro entre cuentos y los reparte entre cinco personajes, que los van desplegando en distintos ambientes de un caserón de Almagro donde acaba de instalarse la Fundación. Palabras íntimas pero impúdicas que desnudan esas habitaciones mentales a las que nadie invita a nadie: miserias de conquista sexual, humillaciones innombrables, coartadas viles, perversiones descriptas y ejecutadas con la frialdad de quienes ya han dejado muy atrás la desesperación.

Primera salvedad de la adaptación: ni en el libro ni en la obra las preguntas se suceden. Los hombres en cuestión hablan muchísimo, se explayan en diversos temas; pero, en la obra, una entrevistadora se mantiene enigmática en el más absoluto silencio. Una mujer que es testigo, juez, pero no parte de todo. Segunda salvedad: en la obra no se trata de hombres repulsivos sino de escritores. Esa modificación hizo Marc Caellas al título de Foster Wallace y es la clave de su versión. Quienes actúan los textos del escritor americano no son actores sino hombres que escriben: Guillermo Piro, Lucas Oliveira, Martín Seijo, Esteban Feune de Colombi y Roni Bandini. La periodista es la periodista Ivana Romero. A ella le abrirán su neurotizado corazón en dosis pequeñas, pero letales.

Por más que no estén hablando de sus asuntos sino recitando un texto de ficción, su condición de escritores es un dato ineludible y, además, interesante. Estaríamos ante una tercera salvedad: el que habla en la entrevista entonces es tanto Foster Wallace como Martín Seijo (y Guillermo Piro y Lucas Oliveira...). Son escritores recitando a otro escritor. Marc Caellas explica: “Me parece que los escritores están hechos de una pasta especial y que hay cierta honestidad vital que, bien canalizada, es muy potente escénicamente. A cada escritor le propuse un texto y una manera de presentarlo en vivo. A partir de ahí, cada uno lo llevó a su terreno, lo tradujo a su propio lenguaje, lo filtró con su personalidad y de ahí salió lo que presentamos. Sospecho que sí, que estas entrevistas hablan también un poco de ellos y, por tanto, de sus creaciones literarias”.

Seguimos a estos hombres/escritores repulsivos por el espacio de la Fundación Tomás Eloy Martínez. Una de las entrevistas ocurre en la biblioteca, otra en el patio interno, otra en la terraza. Ahora bien: ¿qué dicen estos mentados hombres/escritores repulsivos una vez ubicados en estos espacios tan poco convencionales? He aquí tal vez la mayor peculiaridad de toda la adaptación: los escritores no hablan de literatura. Sus monólogos hablan más de vida que de obra. Los cinco hombres repulsivos tienen en común la honestidad con que narran sus conflictos. Hacen un helado strip-tease intelectual. Uno que describe pormenorizadamente cómo seduce mujeres para sus prácticas masoquistas, otro que deja a su novia por el miedo que ella le transmite a que él la deje, un tercero que explica cómo ser un gran amante a partir de la hipocresía progre. Y así. La imposibilidad de relacionarse que tienen la mayor parte de ellos, tanto con el sexo opuesto como con ellos mismos en profundidad, toma la escena construyendo una cartografía de los males emocionales del mundo contemporáneo.

Y esto es lo más aterrador. En tiempos de post-feminismo y teorías queer, cuando los géneros se redefinen, la masculinidad pareciera ser el género que más acríticamente lleva el yugo de su clase. ¿Pero esto es así? ¿Qué sucede “puertas adentro” de sus cabezas? Sobre esos sujetos perturbados reflexiona lúcidamente Foster Wallace. Navegando en mares de sarcasmo, construye estas historias en las que más de uno se verá reflejado.

El hecho de que la única mujer del espectáculo permanezca toda la función en un silencio sólo matizado por gestos sutiles podría incentivar una lectura errónea. Puede incomodar ese silencio tan pronunciado. Sin embargo, no hay en esto una intención sexista, casi diríamos que es al revés: el foco está puesto en la problemática de ellos; y como el que calla, otorga, con su mutismo chaplinesco la mujer subraya las patologías que estamos escuchando. Entre tanto escritor repulsivo, es ella –periodista– la que hace las preguntas, y a la vez la que ejerce la posición de poder, al guardarse la última palabra.

Aunque la última-última sea del espectador, claro. Porque es a él a quien intenta cooptar más hondamente, a través de sus rupturas, sus salvedades, esta obra. Porque, como siempre, se trata de ir al teatro y salir modificado.

Entrevistas breves con escritores repulsivos puede verse los viernes a las 21, en Fundación Tomás Eloy Martínez, Carlos Calvo 4319, P 1. Capacidad máxima: 30 personas, por orden de llegada.

Thursday, November 10, 2011

Las aristas accidentadas de la verdadera naturaleza masculina


Apareció en Critica teatral este análisis sobre la obra a cargo de Natalia Fernández Acquier

Entrevistas breves con escritores repulsivos

“(…) ¿Qué es la felicidad? Nada. Una palabra para designar algo que siempre ocurre en el pasado y, como siempre ocurre en el pasado, resulta que nunca ocurrió. Vale decir, no existe. Dos, el amor. El amor sí existe. Es una catástrofe, una calamidad, una peste letal como el cólera morbo. Es raro, eso sí (…) Es raro y monstruoso como el genio, y como él desdichado, condenado al dolor. ¿Quién lo dijo? Barrett. ¿Qué Barrett?: el único. Rafael. Un anarquista idéntico a Cristo y a mí cuando me deje la barba y si yo fuera rubio y alto y de ojos celestes (…) La esperanza. Muy bien. Al revés de la felicidad la esperanza sí existe. Existe porque está en el futuro, y si eso no lo dijo Pascal, debió decirlo (…) La mujer. Ahí va: la mujer es la casa del hombre (…) Y ahora que alguien me explique desde cuando hay otra agonía o batalla que no sea la que pasa por el cuerpo y otro sacrificio, y aun otra resurrección, que no sean los de la carne, desde cuándo hay otra desventura, angustia o tragedia que las que retuercen el corazón y las tripas, u otra hambre, otra sed, otro deseo que los que retuercen las tripas y el corazón, cuando cambiaron tanto las cosas como para que cualquier dolor humano, por mínimo que sea, no ponga en cuestión el universo entero y refute la impavidez de las estrellas (…)”.
Abelardo Castillo

Entrevistas breves con escritores repulsivos. El osado, controvertido y talentoso escritor David Foster Wallace. Un director y puestista catalán, Marc Caellas. Intuitivo. Avezado. Una periodista. Un puñado, muy interesante, de escritores. Teatro. El espacio escénico: la Fundación Tomás Eloy Martínez. Un lugar bellísimo donde se respira literatura y algo de la mística y la sobriedad del arte de las letras. En el primer piso hay un escritorio donde supo trabajar Borges, uno de los tantos, tal vez, que acompañó la distinción de sus trazos. Esta pieza, o la comunión de ellas, deviene elegante, intelectualmente atractiva, atrevida e insólita también. Pienso en la metáfora que me inspira lo breve, la personalidad efímera e inconstante de los vínculos, las promesas, los compromisos. La dificultad de comunicarse. La fragilidad de la verdad. Su límite. La verdad en tanto honestidad, afirmación de la realidad y su vinculación etimológica con la fidelidad. El lenguaje: el medio para expresarla. El hombre: su vehículo.
Ella. La mujer aquí es una y es todas. Su presencia, trabajada en inteligente despresencia, redescubre la fuerza del silencio como símbolo. Resignifica y subraya la palabra del otro y dice de lo inefable del amor. Dime que callas y el otro podrá decir. Y que diga, hasta el hartazgo. Funciona. Al paroxismo.
Ellos. Un hombre que se confiesa, dice, quiere decir, se explica, se describe, intenta hacerlo. Transfiere, en el plano de lo inconsciente claro, sus propios dolores, temores, inseguridades. Le habla a ella pero habla de él. Ella sufrirá, dice, pero el que sufre es él, a pesar, y tal vez en razón de, su seductor, al que ama y contra el que batalla ¿Narciso? La mirada de un hombre vanidoso. Y el costo, uno de tantos, de decir la verdad. La suya. Obvio.
Otro hombre, y otro lugar (todos serán otros: hombres y lugares). El sexo. Su motor. Su texto y pretexto. Su deseo. Su desprecio por el tedioso, a veces hipócrita, camino de la seducción. Su necesidad de clasificar, su manera de buscar, dominar. Propone. Devela su vicio. Defiende su gusto. Provoca. Despoja, despeja también, de mentiras el asunto. Desmaquilla. Pierde en su repulsiva discursividad ¿Frontalidad? Habrá con quien gane. Contrata. Siempre hay una clienta para un vendedor. Gallo o gallina; cada mujer dirá. O callará. Los tiempos modernos o el lado oscuro de los de siempre. Honestidad brutal.
Otro. Hombre también. La cama. Para él, el campo de batalla ¿Para todos ellos? Los estereotipos. El egoísmo ¿Cual? El gran amante. ¿Quién? Sexo, mentiras y verdad. Drogas. ¿Y la espontaneidad? No hay certezas. Ni fórmulas. Ni amor, ni dos que se aman. Dar y recibir. De a uno no funciona. Eso ya lo sabemos todos ¿Y de a dos sí? Dime a quién crees y te diré cómo y con quien duermes. “Nada se sabe, todo se imagina. Circúndate de rosas, ama, bebe. Y calla. Lo demás es nada”.
Otro hombre. Entre nosotros: hombres y mujeres, especie, raza, género, que más da. Espectadores y actores. ¿Cómo es no amar más? y ¿Cómo se dice? La confianza hace las veces de excusa. Vale, pero igual irrita. Exaspera. Desespera. No alcanza. La ironía se arma de palabras, muchas, todas juntas, desordenadas, verborreicas, ahí, saliendo de un caos para hacerse ¿otro caos? Culposas ellas-las palabras-culposo él-el hombre. Temerosas. Temidas también ¿Hasta dónde se puede hacer o dejar de hacer en nombre del amor? Y repito, ¿eso, cómo se dice? El silencio es sabio pero la verdad ahoga. Hay que decir aunque más no sea para sentir que no hemos podido hacerlo. “Paroles et encore des paroles que tu sèmes au vent. Que tu es Belle! Paroles et paroles et paroles”
Dos hombres ahora. Algo del principio de la obra, del comienzo de esta experiencia, se repite; o es el lugar o es la imagen de los dos hombres. No sé. Mi sensación es que todo vuelve a empezar. Todo. Y siempre. Sí, sí, el eterno retorno de Nietzsche. Ellos hablan de mujeres-generosas son las posibilidades del relato como género-hay encuentros, desencuentros, corazones rotos, burlas, prejuicios, compasión…El lado femenino del hombre. El relato es de quién lo cuenta. Maldita subjetividad. El final se insinúa abierto pero por alguna razón todos sabemos como termina. Todos los caminos conducen a Roma, dicen. Todas las historias terminan igual, digo yo, pero no porque todas ellas sean iguales (ni mucho menos nosotras). Igual puede ser diferente cada vez, como el sexo ponele.
Entrevistas breves con escritores repulsivos le da voz, cuerpo, escenario y geniales textos a las aristas accidentadas de la verdadera naturaleza masculina, o lo que la cultura ha hecho de ella, esa que preferimos no saber pero de la que algo sabemos. Para todo lo demás está el romanticismo. Incomoda, sí, pero de eso se trata. Creo.
El elenco lo conforman los escritores Roni Bandini, Lucas Oliveira, Martín Seijo, Esteban Feune de
Colombi, Guillermo Piro y la periodista Ivana Romero. Todos, con virtuosismo, componen esta experiencia teatral que desanda algo del vasto-conocido o por conocer-universo masculino. Se dice que los escritores no actúan. No es cierto. También se dice que los hombres son todos iguales. Tampoco es cierto ¿O si? Repulsión, revulsión-me gusta-atracción, aversión, seducción. Ficción.

Natalia Fernández Acquier

Fundación Tomás Eloy Martínez – Carlos Calvo 4319, piso 1º -
Viernes 21hs (Hasta el 16 de diciembre)

Reservas y compra anticipada: info@fundaciontem.org
Información: http://blog.fundaciontem.org/p/entrevistasbrevescon-escritores.html

Friday, November 04, 2011

Nota en Ñ sobre los Repulsivos



En marccaellas.com se lee mejor...

Aquí el link a la versión digital de Ñ.

Friday, October 28, 2011

Entrevistas breves con escritores repulsivos



El viernes 28 de octubre, en la Fundación Tomás Eloy Martínez, se estrenará para la prensa la obra Entrevistas breves con escritores repulsivos, una propuesta escénica del catalán Marc Caellas, basada en el libro de David Foster Wallace Entrevistas breves con hombres repulsivos.

El estreno para el público está previsto para el viernes 4 de noviembre y se extenderá hasta el viernes 16 de diciembre. La propuesta de Caellas, además de plantear la intervención de un espacio literario como lo es la Fundación TEM, consiste en usar un elenco formado íntegramente por escritores y periodistas culturales, a quienes entregó los textos elegidos y adaptados por él para que hicieran una segunda adaptación, según su propio estilo narrativo.

Sobre la obra, Marc Caellas nos dice: "David Foster Wallace pensaba que una obra de ficción es una conversación que permite enfrentarse a la soledad esencial que se da en el mundo. Preparando estas entrevistas breves nos hemos dado cuenta que, quizás, la tarea de la buena ficción sea la de dar calma a los perturbados y perturbar a los que están calmos. Ahora es el turno del espectador y a ver qué pasa, qué les pasa a ustedes".

Entrevistas breves con escritores repulsivos cuenta con la producción de la Fundación Tomás Eloy Martínez y el apoyo de la Oficina Cultural de la Embajada de España en Buenos Aires. El elenco está conformado por los escritores Roni Bandini, Lucas Oliveira, Martín Seijo, Esteban Feune de Colombi, Guillermo Piro y la periodista Ivana Romero.

Tuesday, June 21, 2011

Actos de bolañismo .doc


Transcripción del texto publicado en la Revista Quimera, marzo 2011, analizando críticamente la puesta en escena de LOS CRÍTICOS TAMBIÉN LLORAN.

por Karina Sainz Borgo

Actos de bolañismo, o cómo cargarse una mesa redonda sin que parezca delito.

“Archimboldi está aquí -dijo Pelletier-, y nosotros estamos aquí, y esto es lo más cerca que jamás estaremos de él”. Roberto Bolaño. 2666

El teatro está convocado, aunque sin avisos que recuerden su existencia. Todo está solapado, encubierto, y quienes asisten asumen como verdaderas algunas condiciones: Que esto es una mesa redonda literaria. Que quienes participan en ella gozan de alguna licencia intelectual, sentimental o biográfica para hablar sobre Roberto Bolaño -el parricida del boom se ha convertido en un difunto de moda al que, ahora, le crecen por igual los inéditos y los amigos-. Que esto se trata de un acto culto, ajustado a la norma de los ceremoniales y los desenfados previstos en el repertorio de lo políticamente correcto.
En resumen, quienes asisten lo hacen confiados de las convenciones hasta ahora pactadas por el uso y la costumbre. De ahí el éxito anticipado –pero necesariamente finito- de Los críticos también lloran. Se trata, como sus organizadores dicen, de un “homenaje”, pero también de una conferencia adulterada, un asalto entre paréntesis, una novela escénica, un objeto portátil, de uso limitado y rápida caducidad debido su carácter efímero (se puede engañar una vez, quizás dos, pero llegar a la decena supondría, quizás, hacer la acción previsible).
Para ser prácticos y convertirlo en sujeto para una oración, Los críticos también lloran puede definirse como una puesta en escena dirigida por Marc Caellas e interpretada por cuatro escritores, Leo Felipe Campos (Venezuela), Jordi Carrión (España), Margarita Posada (Colombia) y José Tomás Angola (Venezuela). Hasta ahora, este proyecto -a mitad de camino entre la conferencia, la obra de teatro, el performance y el saboteo con pretensiones intelectuales- se ha representado en Bogotá (Colombia), en la Bienal de Literatura Mariano Picón Salas, en Mérida (Venezuela), así como en Barcelona (Casa de América), Madrid (Casa de América) y Estocolmo.
En ella, se supone, que los escritores deben sostener un debate acerca de la narrativa de Roberto Bolaño. Basándose en el mecanismo del humanista a tiempo completo y la lógica del bookstar, Los críticos también lloran debería jugar la carta de la mesa literaria como bingo cultural. En este formato, cada vez más repetido, el autor sustituye a su propia obra. El escritor pasa por encima de lo escrito. En el caso de Roberto Bolaño la propuesta de una conferencia en esos términos resultaba aún mucho más atractiva. De ahí la convocatoria; un señuelo perfecto.
Pero ni ésa es una mesa redonda ni los escritores se comportarían como tales. Ellos representan, mejor dicho, sustituyen en su papel a los cuatro investigadores protagonistas de La Parte de los Críticos, primer tramo de la novela 2666 de Roberto Bolaño. Así, Jean-Claude Pelletier (Leo Felipe Campos), Manuel Espinoza (Jordi Carrión), Liz Norton (Margarita Campos)y Piero Morini (José Tomás Angola), se remiten a contar su propia historia: la de cómo conocieron al escritor Benno Von Archimboldi, cómo coincidieron entre sí en sus investigaciones sobre el autor y los lazos extraliterarios –emocionales, obsesivos, eróticos- que fueron atándoles hasta llegar a la enloquecida búsqueda del escritor en Santa Teresa, eufemismo de Ciudad Juárez, a donde van a parar envueltos en una manta de polvo y locura.
Y si el público lo que espera es panegírico, otro inédito hallado por Herralde en la gaveta de una cómoda del chileno o la disertación sobre Ulises Lima en clave Nocilla, se topará de bruces con la voz de un hombre que habla sentado desde su silla de ruedas : “La primera vez que Leo Campos leyó a Benno von Archimboldi fue en la Navidad de 1990, en París, en donde curaba estudios universitarios de literatura, a la edad de 19 años. El libro en cuestión era D' Arsoval. El joven campos ignoraba entonces...”. En ese momento la mesa redonda es defenestrada y el teatro -o la novela- se abren paso en la sala. .
Aunque el texto de 2666 es el asiento conceptual del proyecto, Los críticos también lloran está basada en el libreto de la adaptación que hicieron Alex Rigola y el dramaturgo Pablo Ley para el teatro Lliure de la novela póstuma del chileno, además de un fuerte influjo de las ideas de Mario Bellatín, cuyo garfio duchampiano resplandece cual guiño en toda la puesta en escena.
A diferencia del épico montaje de Rígola, que escenificó las cinco partes de 2666, Los críticos también lloran toma de la apuesta de Rígola sólo la selección del texto y se aleja de planteamientos estéticos. Al contrario, se planta en preocupaciones más tácticas que retóricas. Utiliza lo esencial: el texto, el espacio y un tercer e indefinido elemento, el paréntesis donde coinciden el humor y el ensombrecimiento.
Los críticos también lloran funciona como una máquina sin telón, un artefacto portátil y mucho más efectivo donde el principal efecto es la apariencia de realidad. Una mesa de conferencia, cuatro micrófonos y cuatro sujetos que no se dedican a dramatizar, sino a narrar una novela. No es la acción, ni el conflicto representado. Lo que prevalece en Los críticos también lloran es la situación literaria contada mientras la novela se comunica con la obra o con el simulacro de obra.
A diferencia de cualquier adaptación, casi siempre sacrílega, esta representación se vale del texto para llevar lo escrito al mundo de la apariencia, sin artificios. Una vez en el asiento, puesta en marcha la “mesa redonda”, quienes han leído la novela, inmediatamente entrarán en ella y a través de ella. Quienes no, serán llevados de la mano. Sin distracciones. Sin información simultánea, ni escenografía, ni vestuario, ni caracterización. Sólo texto y voz. Sólo eso.
Los cuatro escritores, envueltos en la situación de una conferencia, narran. Y son interrumpidos en sus –a veces- indirectos diálogos por personajes –que a manera de voces sueltas en un coro- aparecen desde el público –la señora Bubis, el pintor Edwin Johns, Amalfitano- como recursos más narrativos que teatrales para romper con la monotonía. En este sentido, actúan más como mecanismos audiovisuales que escénicos.
Lo que parece una conferencia se vuelve una escena, y lo que debía ser una escena deja de ser acción en sí misma, para ser una situación. Lo teatral se subordina ante la oralidad de la escritura. Y aunque pudiese pensarse que la propuesta es democrática, no lo es. Nuevamente, aparenta una experiencia democrática, porque lo teatral ha sido convocado pero sin avisos que recuerden su existencia. La imprecisión del escenario no excluye sus dominios.
Por muy paródica o engañosa que resulte para quienes esperaban de ella un coloquio como tal, la mesa redonda no deja de ser un evento distante que juega la carta del peta zetas. Algo parece estallar, sin hacerlo realmente. Es cierto que Edwin Johns responde, escondiendo su mano manca, desde el fondo de la sala que de pronto se vuelve manicomio. Y es cierto, también, que la señora Bubis bebe un vodka en medio de un salón sembrado en la tercera fila del auditorio. Sin embargo, el lugar de la acción sigue siendo fijo, permanece en el texto.
La historia se separa del resto del espacio, se mantiene muy bien definida por la noción de marco que aleja a la estampa de quien la mira, reafirmando su condición de objeto de representación. La noción de límite –marco, pedestal- refuerza la puesta en escena, el gesto de quienes han cambiado de lugar esas páginas -las de 2666- y las han colocado en clave de performance en el lugar institucional del pretencioso –y defenestrado- escritor conferenciante.
Ese sencillo –y necio gesto de atorrancia o ingenio- refuerza la intención de Los críticos también lloran. Un autor como Roberto Bolaño, irónico por naturaleza, tiene la suficiente fuerza como para, a través de su texto, ocupar un espacio institucionalmente ritual, parodiarlo y lograr así, el doble efecto, es decir, que el humor se active y que el texto, en su sentido original, adquiera un peso aún mayor, debido a la concentración de pocos elementos bien ordenados. De ahí que la realidad sea esencial y suficiente, que no sea necesario nada más excepto la propia parodia de la mesa redonda, que genera, a la vez, un engaño y un nuevo sentido, un significado adicional mordaz, opaco, melancólico y furioso.
Paréntesis para el humor y ensombrecimiento
Cuando el periodista Demian Orosz le preguntó a Roberto Bolaño qué significaba para él su país de nacimiento, el reportero argentino utilizó exactamente estas palabras: “¿Qué representa Chile para usted? Parece que su país fuera un lugar que sólo le interesa visitar en su escritura, y eso más que nada para señalar zonas oscuras, esa porción de infierno que persiste allí”. El delgadísimo autor de Los detectives salvajes, siempre mordaz cuando de Chile o de Isabel Allende se trataba, comenzó al trote complaciente del reportero para luego dar un par de coces hilarantes:
“Bueno, la porción de infierno chilena es mi infancia y mi adolescencia. Y luego el Golpe de Estado. Pero me gusta la comida chilena. No sé si tú la has probado: es una comida bastante buena. Las empanadas, el pastel de choclo, las humitas, la cazuela chilena, los mariscos, que tal vez son los mejores que he comido jamás, esa salsa que allí llaman pebre y que es muy sencilla pero también muy eficaz, el charquicán, que es un plato que viene de antes de la Guerra de Independencia y que dicen que era el plato preferido de Manuel Rodríguez...”
El humor –y la ironía- en Bolaño es un ingrediente tan esencial en su literatura como la melancolía, la rabia triste o la poesía como “vida peligrosa”. Y es justamente en La parte de los críticos, armador de Los críticos también lloran, uno de los textos donde el mecanismo irónico se desliza de manera más natural de un personaje y de una situación a otra.
"La parte de los críticos es una burla elegante, mediante una narración sin pausa, de la rutina comercial y académica de la República Mundial de las Letras, de sus ritos y coloquios, de sus extenuantes traslados aéreos, del mercado editorial y de quienes viven para alimentarlo o derruirlo”, escribió Christopher Domínguez Michael el ejemplar de Letras Libres de abril de 2005 al referirse , justamente, al elemento cítrico con el que Bolaño conduce al cuarteto de críticos “entreverados erótica y profesionalmente ” a un estado tal de exceso que termina por llevarlos hasta Santa Teresa, trasunto de Ciudad Juárez, el lugar que Bolaño coloca como punto ciego del universo.
Es ésa, justamente, una de las pocas ocasiones de la representación en las que el lector convertido en espectador, no el que lee 2666 sino el que presencia Los críticos también lloran, siente un salto. La puesta en escena viene de relatarnos la alternancia de alcobas en Madrid, Londres y París, un juego de voces que opone la vitalidad, la locura y la pulsión de lo erótico a la resignación, la que invade primero a Morini y luego a los otros tres profesores, aplastados por el peso la búsqueda infructuosa de Archimboldi en Santa Teresa. Es allí donde al humor le sobreviene el ensombrecimiento, el bolañismo desesperado que se resiste a toda apariencia que no sea su propia naturaleza escrita.
Justo en ese salto, Los críticos también lloran clava las espuelas en el costado del texto. Quizás porque comience a arrojar luz sobre muchos aspectos que quizás Bolaño prefirió ensombrecer y demorar, como la propia Santa Teresa y su realidad aplastante, un lugar cuya textura llega a parecerse, incluso, a esa geografía que Bolaño llamó “el territorio del riesgo”:
“Para mí la literatura traspasa el espacio de la página llena de letras y frases y se instala en el territorio del riesgo, yo diría del riesgo permanente. La literatura se instala en el territorio de las colisiones y los desastres, en aquello que Pascal llamaba, si mal no recuerdo, el paréntesis, que es la existencia de cada individuo, rodeado de nada antes del principio y después del final”. 2
Las posibilidades de ese paréntesis son el producto resultante del martillazo que, en nombre del teatro o la provocación, Marc Caellas ha dado a la rígida tabla de la mesa redonda literaria. Una vez finalizada la puesta en escena, cuando Pelletier y Espinoza reparan en su extravío y en el del propio Archimboldi, el final se precipita. La sala entera enmudece. Aplaude después, aunque todavía parece muda sin saber si preguntar o no algo. Quedan en el aire tantas permutaciones como astillas o individuos. ¿Parodiar, provocar? No. Son los actos de bolañismo, abriéndose paso.

Tuesday, March 15, 2011

Actos de Bolañismo





Un texto de Karina Sáinz Borgo publicado en la revista Quimera (marzo 2011).
La crítica de los críticos!