Monday, October 08, 2012

La calle es un gran teatro La pieza “El paseo” apuesta por un recorrido por las calles de Boedo bajo la mirada del escritor suizo Robert Walser. LENI GONZALEZ para Ñ E l hombre de traje, sombrero y paraguas, extiende su mano, mira a los ojos y saluda, con decidida cortesía, a cada uno de la decena de acompañantes que lo seguirán en la caminata de una hora por el barrio de Boedo. Nadie puede resistirse al convite de recorrer la calle como si fuera la primera vez, con la guía anacrónica de un confeso “romántico-extravagante”, capaz de descubrir belleza y bondad en los cajones de la rutina. “Todo esto, me propuse en silencio mientras me detenía, lo escribiré después en una obra de teatro o en una especie de fantasía que titularé El paseo”, metaescribe el suizo Robert Walser en El paseo , la nouvelle publicada en 1917, donde narra uno de sus tantos acostumbrados viajes de a pie, a la hora en que los demás trabajan y al ritmo pausado por el encuentro con las cosas. Este texto es el que el catalán Marc Caellas adapta en El paseo de Robert Walser, “la propuesta escénica cambiante” o “suerte de city-tour unplugged y decimonónico” que el director radicado en Buenos Aires presenta en el marco del IV Festival Internacional de Literatura (FILBA), protagonizado por Esteban Feune de Colombi y Natalia Helo. “Como busco no repetirme, después del montaje sobre David Foster Wallace (Entrevistas breves con escritores repulsivos ) sentí la necesidad de trabajar con un autor con una filosofía de vida más austera y minimalista, con textos más poéticos aunque igualmente críticos e iconoclastas. Buscaba también presentar una obra en la calle que no fuera lo que tradicionalmente se espera del teatro de calle: malabaristas, espectacularidad, etc. El texto de Robert Walser es ideal porque reflexiona sobre el paseo mientras se pasea. Es metaliterario sin dejar de ser narrativo. El reto era llevar un teatro de texto a la calle y ver qué sucede, cómo vive el espectador esa experiencia, en la que Walser dialoga con los espectadores y con los vecinos de Boedo”, dice Caellas sobre su escritor elegido. Admirado por Franz Kafka, Walter Benjamin y Herman Hesse, autor de novelas (Los hermanos Tanner, Jakob von Gunten ) y muchos in- clasificables relatos que editó en español el sello Siruela (Historias, La rosa , los microgramasEscrito a lápiz ), Walser dejó de escribir en 1932, recluido voluntariamente en un centro psiquiátrico en Herisau, al este de Suiza, adonde murió a los 78 años en la Navidad de 1956. Unos chicos lo encontraron, con sobretodo, tirado en la nieve, las huellas de sus pasos aún intactas. Había salido, como de costumbre, a caminar. Desde la puerta de la Fundación Tomás Eloy Martínez, el grupo de espectadores trashumantes sigue al personaje Walser, el actor Feune de Colombi, en su paseo de unas pocas cuadras por lo cotidiano transformado en único a través de su mirada. No se trata de ingenuidad sino de otro punto de vista, el de la no obviedad, el del acercamiento, cualquiera sea el otro, con el respetuoso deseo de conocer su secreto. El hombre de traje gris se detiene y toma nota, ingresa en un banco, se para frente a una panadería y un local de arreglo de zapatos, pregunta en una librería cuál es la obra más leída, aborda en un bar a una bella mujer que supone actriz y elogia la voz de una joven que canta en un balcón, mientras promete el final con una “modesta comida” en casa de la señora Aebi, una anfitriona cálida que invita a compartir su mesa bajo la consigna de “renunciar con placer a toda conversación inteligente”. Para Caellas no fue fácil realizar la selección de fragmentos del texto: “Nos quedamos con aquellas partes que permitían crear marcos donde es posible que algo inesperado suceda. Más que situaciones, crear dispositivos escénicos que generen una experiencia teatral potente. Buscamos la complicidad de algunos vecinos, otros participan sin ser conscientes de hacerlo. Queremos provocar cierta confusión, cierto terrorismo poético de baja intensidad, entendiendo que la calle es un gran teatro”. Por ese gran teatro, la gente pasa y observa, algunos se detienen, otros siguen, pero todos son “metaespectadores” de la escena móvil del actor y su grupo de acompañantes. “Es el propio concepto de público que se trastoca sin parar”, dice Feune de Colombi, poeta, actor y fotógrafo suizo-argentino, observador y observado en su rol de interventor azaroso del barrio. “Es que resulta mágico ­agrega­ caminar a paso muy lento mirando `con ojos de Walser’ todo lo que se nos cruza.” Esa magia es una refundación poética hecha de compasión, identificación y entusiasmo. Hay que caminar, junto con Walser, para comprenderlo.