Sunday, August 13, 2006

LA CENA por Carlos Herrera






LA CENA28/06/06

Bajo una producción independiente que cuenta con el apoyo del Centro de Creación Artística del Taller Experimental de Teatro (TET), con éxito abrumador de público y manteniéndose por espacio de tres semanas consecutivas, el joven director Marck Caellas ha venido mostrando en escenificando en El Espacio Plural del Trasnocho Cultural (centro Comercial Paseo Las Mercedes) su delicioso montaje titulado “La Cena” del dramaturgo y guionista de cine italiano Giuseppe Manfridi. La trama es sencilla en su lectura superficial: en el transcurso de una noche, a la espera de lo que será una inquieta velada, un ceñudo padre indica a su lúgubre sirviente, Fangio, sobre los preparativos finales que tendrá que acometer para la preparación de una cena. Esta tiene como características que más allá de su sobriedad es para generar el reencuentro con su hija, Giovanna quien, había abandonado tanto su a casa como su progenitor después de que este se incidiese y afectase en lo que había sido su primer matrimonio. En este regreso bastante tenso, la hija retorna con su nuevo esposo Francesco, un joven de clase social inferior que se ha contraído nupcias con Giovanna sin saber nada de su pasado. Llegados a la casa, la cena está lista y la trama se desenvuelve colocando en una máxima tensión a los cuatro miembros que estarán esa noche. En el juego de revelaciones, se observa como el calculador padre, siempre hermético y con un carácter perverso en su sus maneras lúdicas de hacerle saber los defectos a Francesco, hará que la verdad de Giovanna se devele. Un desenlace imprevisto será el producto de una serie de mensajes ocultos que lentamente son develados y todo el andamiaje de las interioridades de un sistema de relaciones intrafamiliares se desmorona ante los ojos atónitos del espectador que, a manera de invisible comensal, por momentos, tendrá en sus manos el decidir ¿quién tenía la razón o no en este extraño encuentro? y hasta de sorprenderse por la sinuosa madeja de relaciones subyacentes de poder, aceptación y revelación en una Cena como pocas. Un final trágico marca una urdimbre rebosante de absurdidad, humor negro y lógicas intelectuales. Caellas un atrevido amante del teatro ya había asumido la escenificación de esta pieza de Manfridi en la pasada edición de un Festival en la ciudad de Miami donde capturó la aceptación de público y obtuvo buenos comentarios de la crítica especializada. Su labor en un espacio no convencional fue pulcra en otorgarle el máximo peso a dos elementos: una carga de atmósfera de corte intimista donde luz, disposición del espacio y adecuación musical generan esa magnética sensación de que el espectador está departiendo con esta singular familia pero sin intervenir. También por la aguzada exigencia de trabajar con el grupo actoral para que con gestos, poses, miradas, silencios, dejos, y desplazamientos se conectase a la recepción de cada comensal-espectador. No hay concesiones gratuitas ni efectismos superfluos, cada actor genera un estado particular con sus diálogos y acciones que calladamente involucra al receptor. Caellas solo permite que veinticinco personas estén alrededor de una gran mesa y de ahí se integran al espectáculo. La esencia es que cada quien se magnetice, se interne en lo más profundo de los vericuetos de una historia que se va desgranando lentamente y que revela poco a poco se revela para crear hasta cierto grado de estupor en el horizonte de expectativa de cada quien. El ritmo de la puesta en escena es comedidamente pausado, a fin que lo orgánico o visceral de las verdades salgan a flote escena a escena y ello construye un todo significante que si lo vemos con detalle se origina de algo tan sencillo como una verdad oculta. La clave es que esta verdad sea revelada en tomo de suspenso y que la representación efectuada por cada actor la sepa colocar en su punto más álgido. La dirección apeló al lúcido desempeño histriónico de Alejo Felipe (como el padre) quien con grave acento y fuerza de voz así como una perversa manipulación de las situaciones sabe desplegar todo un abanico de interacciones con ese grave mirar sobre la conciencia receptiva de cada comensal / espectador. María Fernanda Férro (Giovanna) desenvuelta en la construcción como Giovanna, es parte cómplice de esa verdad que al final se revela. Ella con buena presencia y fluido ritmo expresivo también construye un personaje que es parte esencial de la trama. Antonio Delli -como Francesco- supo sacarle buen partido a su papel ya que pasa de ser un inocente y desprevenido invitado a ser catapultado al lúgubre juego de esas pasiones contenidas. Finalmente, la caracterización del sirviente Fangio dada por el excelente actor, Ignacio Márquez supo concretar esa imagen siniestra que sabe todos los vericuetos de una verdad que se va levantando y que a la postre dejará su marca en lo tragedia de cierre. Todos actores y dirección arman un trabajo de equipo artístico bien afiligranado donde el meollo del género del thriller se abre como oscura ceremonia de revelaciones. Montaje que funciona como un teorema ante nosotros. Una cena muy formal en su forma pero que no es obvia si es que se nos ocurre tratar de descifrarla a las primeras de cambio. Un espectáculo que “va más allá de ser un acomodaticio divertimento de fin se semana” y se propone como un encuentro de insospechadas vertientes para el público que espera algo fácil de engullir en eso que denomino el consumo facilista que muchas otros montajes tienen como recurso de primera mano. Caellas fue contundente en eso de exigirle a su plantilla actoral una aplomada capacidad de crear tensión, de levantar momentos álgidos en muchas escenas y de saber dosificar la función / acción de cada personaje como regulador de resolución de la trama. Con dos copas de vino, una hora y media de suspenso, La Cena se convierte en una impecable producción teatral que anima la cartelera teatral del fin de semana. ¡Vaya y convídese a este festín escénico! El espectáculo le agradará o lo desconcertará pero, eso si, no le permitirá salir apático. “La Cena” es una de las propuestas más atractivas y sugestivas que usted, amigo lector y espectador puede optar para este fin de semana. ¡Se la recomiendo!
Por: Carlos Herrera
critica@cantv.net

LA CENA por Alberto Soria

Publicado en http://www.mipunto.com/
La Cena, una obra de Giuseppe Manfridi ha llegado al teatro en Venezuela de manos de Marc Caellas, y beben vino a sorbitos en ella los actores, y con placer también los espectadores.
Caellas ya había montado La Cena en Miami bajo el aura de Antoni Miralda (el antropólogo de la comida, que el arte prestó a la cultura) con similar éxito de público, crítica y vinos. Ahora lo hace en el Trasnocho, del centro comercial Paseo Las Mercedes.
Se trata de una trasgresora obra de teatro de la persona. Como explican los críticos italianos, este teatro es aquél donde los actores en lugar de hablarle a los espectadores, lejanos y en auditorio, los tienen al lado y se dirigen a él como individuo.
Cuando el autor Giuseppe Manfridi escribió La Cena la imaginó como un espectáculo durante el cual no se oyera volar ni una mosca, sino, a intervalos, alguna previsible carcajada. Eso, estrictamente es lo que ocurre.
Los escasos veintidós espectadores que pueden participar en cada cena, beben vino con los actores, comedidamente, en pequeños sorbos, mientras tratan de imaginar el final que siempre los sorprende.La acción se desarrolla a medida que los platos se alternan en la cena, en la cual hace de anfitrión un padre astuto, irónico, que recibe con vajilla de honor y estruendo a su muy sexual hija acompañada por su nuevo novio, mientras un sorprendente sirviente los atiende, y sirve vino a su patrón y a los espectadores, cosa que por primera vez ocurre en el teatro en Venezuela. En la obra de un poco más de una hora de duración, el espectador tiene la oportunidad de disfrutar las interpretaciones del veterano primer actor Alejo Felipe (el padre), la personalidad y el atractivo de la actriz María Fernanda Ferro (la hija), la revelación de Antonio Delli (el novio), y la ingeniosa y sabia gestualidad de Fangio, el sirviente (Ignacio Márquez). La escenografía ha sido montada, con su tradicional irreverencia, por Nelson Garrido.
Alberto Soria

LA CENA en el Espacio Plural de Trasnocho Cultural





En el Espectador

Si las instituciones culturales no tienen un marcado crecimiento en cantidad, calidad y espacio están condenadas a desaparecer o quedarse rezagadas con sus vitales servicios a la comunidad, sean privadas o públicas u oficiales, y por ende su desaparición está anunciada o garantizada, ya que los colectivos crecen y piden o exigen no sólo más sino siempre lo mejor y no aceptan mediocridades. Y eso rige para todas las naciones desarrolladas o para las que van más atrás y pretenden alcanzarlas.El fantasma de que eso pueda llegar a sucederle a la Fundación Trasnocho Cultural no deja dormir a su gerente general Solveig Hoogesteijn y por lo tanto ella se las ingenia, cotidianamente, para que esa “burbuja” que mora en los sótanos del Centro Comercial El Paseo Las Mercedes siga en expansión y en función de la demanda de los espectadores y de los artistas que han transformado a dicho espacios en el Ateneo de Caracas del siglo XXI... y no es precisamente una cortesía.Ante esa “sana presión” que, desde hace cuatro años, están aplicando los teatreros para la creación de otra sala, diferente a la que se conoce como Teatro Trasnocho, donde se pueda exhibir un género de espectáculos alternativos ante los que anidan en la ya tradicional cartelera comercial, ahora sí se está utilizando un “espacio alterno” o “múltiple”, que además sirve para programar conferencias y talleres, como sala provisional de teatro. Ahí, precisamente, acabamos de ver el montaje La cena, de Giuseppe Manfridi (Roma, 7 de marzo 1956), puesto en escena por Marc Caellas y con los capaces y versátiles comediantes:Alejo Felipe, Antonio Delli, María Fernanda Ferro e Ignacio Márquez.La cena, que le permitió a Marc Caellas (Barcelona, España, 14 de septiembre de 1974) debutar como director, con actores cubanos y españoles, en la temporada del 2002 en Miami, ahora lo relanza en Caracas como un sobrio puestista, cuidadoso del trabajo actoral y un buscador de nuevas formas espaciales para la ubicación del público, aunque ya antes había remontado, a partir de la puesta en escena de Elizabeth Albahaca, en la temporada del 2006, el unipersonal La noche de Molly Bloom, con la participación de la Ferro, en los espacios del Centro de Creación del TET, allá en Los Chaguaramos.Se ha dicho que Manfridi escribió esta pieza por encargo de Walter Manfré para su Teatro de la Persona, el cual, según Caellas, “huye de las grandes iluminaciones, la espectacularidad y los efectos especiales, para concentrarse en el actor, el texto y el espectador”. Dicho en otras palabras, para el contexto venezolano, La cena es un regreso al casi olvidado teatro de la palabra, al de las acciones mínimas, al teatro del teatro, a ese que es como un papel carbón de la vida misma.En La cena, con una situación y unos personajes burgueses, tres seres humanos juegan a vivir sus vidas según sus reglas, sin importarles para nada el otro. Un padre celoso que desea lo mejor para su hija, pero que no le deja una elección y no le permite el error, aunque ese siempre llega y se repite; una hija libertina que quiere hacer su vida, a sabiendas que tiene un papá que la quiere y es dueño de una fortuna, y un amante-marido-novio que busca un braguetazo que le cambie la vida por un tiempo; también hay un ex marido, cabrón además, que funge de sirviente. Son, pues, cuatro seres atrapados en una espantosa telaraña, donde lo único con sabor a vida es el vino tinto que ellos y el público consumen casi nerviosamente.Las actuaciones son versátiles. Nada sobra ni nada hace falta. Todo está en su sitio y lugar. Es una ceremonia donde todo se ha preparado y espera su final, especialmente cuando el celoso padre quema los cheques para castigar al imbécil que su hija ha escogido como pareja. Hay, pues, una comunión casi de índole hiperrealista en cada uno de los personajes, algo que conmueve. Y eso se agudiza porque el espacio escénico y teatral es una gran mesa oblonga, para 25 personas, la cual en una de sus esquinas reúne al trío que trata de cenar, de consumir selectas viandas, pero que lo que hacen es envenenarse por sus dramas.Creemos que el público hubiese tenido una mayor y mejor participación en este evento teatral, no sólo bebiendo el vino tinto, sino que el espectáculo hubiese tenido otras características lúdicas y seguramente hasta un final mucho más dramático, si además hubiese consumido los mismos alimentos del terceto principal. Es casi seguro que uno o varios espectadores hubiesen dicho o participado en ese juego escénico, donde hasta el chulo (felizmente encarnado por Delli), porque de eso se trata, culmina semidesnudándose para complacer, inútilmente, al difícil suegro.ver http://elespectadorvenezolano.blogspot.com/