Sunday, October 14, 2007

25 AÑOS MENOS UN DÍA por Alberto Soria



EL UNIFORME
Como íbamos a participar en una obra de teatro, nos mandaron al fotógrafo Nelson Garrido y a un servidor, a comprar los uniformes. La idea fue de Marc Caellas, escritor y promotor cultural catalán. El año pasado dirigió en Caracas “La Cena”, y ahora “25 años menos un día” de Antonio Álamo. Como Álamo escribió también “La oreja izquierda de Van Gogh”, y ha ganado sopotocientos premios, estábamos entusiasmados imaginando las reseñas y fotos en Sociales, donde íbamos a destacar por los uniformes.
Primero fuimos a un sitio especializado en uniformes de cocineros. “Talla XL no hay” gritó alguien tan pronto transpusimos la puerta. “Ya no se fabrican sino ese, medium y papeado” nos explicó un vendedor veterano más amable, experto en tallas. La revolución de la delgadez, si en algún sitio ha triunfado a golpe de prometer pantalla y pasarela, ha sido en la cocina.
¿Los señores trabajan en la televisión? nos preguntaron en el lujoso local de uniformes para chefs del super centro comercial. “¡Ajá con que se nota¡” dijimos. Lo que se notaba –nos enteramos después- era que de cocinar no vivíamos.
El problema fue el color. Resulta que el blanco está en retirada. Ahora que el cocinar es más cercano a Picasso, que a un estofado, los códigos y ritos han cambiado. Cualquier color en el uniforme vale. Cualquiera escoge los colores de los botones. En el pasado, el blanco impecable del uniforme estaba unido a la noción de higiene y pulcritud, y el color de los botones a las jerarquías en la cocina. Eso ya no va.
El gorro tradicional (la toque, en francés) ha sido sustituido por cosas más prácticas y personales: Pañoletas de firma –al estilo pirata– cachuchas de pelotero, gorras deportivas y sombreros.
Y el delantal (le tablier, en la profesión), ya no es blanco. Puede ser negro, rojo, amarillo, verde, vino tinto, marrón, azul, y de blue-jeans. Al estilo de los pilotos de fórmula 1, todo tipo de logos, banderas y emblemas pueden ser pegados en cuanto espacio disponible exista.
Antes en la cocina, el derecho a usar los colores de la bandera nacional en el cuello del uniforme era un galardón que se ganaba después de muchos concursos. Ahora uno puede pegarse la bandera propia, la de la novia y la que más le guste para pantallar, sin tener que pedirle permiso a nadie.
Que en la cocina el uniforme ya no es eso, lo verificamos fácil esta semana. En la televisión colombiana, un conocido periodista talla 3 XL, entrevista a sus invitados disfrazado de chef. Su chaqueta es amarillo fuego, o verde cacatúa. Hasta el entrevistado más espectacular luce opacado.
En Dublín, durante el desarrollo del 32º congreso bienal de la WACS (Asociación mundial de las sociedades de cocineros) Nueva Zelanda sacudió a la convención presentándose vestida de riguroso negro. En el mar blanco inmaculado de las delegaciones de cocineros del mundo –cuenta el maestro Matteo Gaffoglio– los blancos chefs de Nueva Zelanda uniformados de negro y con emblemas, eran como una mancha. Le llevamos al director Caellas unos uniformes rojo sangre, escogidos por Garrido que es especialista en rojos. Fue un fracaso. Ahora andamos buscando obra en la cual debutar.
Alberto Soria